lunes, 2 de julio de 2007

¡No te enfades tanto!


¿Crees necesario el enfado para conseguir lo que deseas? No te engañes, enfadarte te proporciona muchos más problemas que beneficios. aprende a controlar tu ira, para expresarte con libertad.


Puedes creer que tus principales enfados van contra la injusticia del mundo. Pero lo cierto es que la mayoría de tus enojos, los más intensos, los diriges con mucha más frecuencia contra tus amigos, tu pareja, tus hijos, tus vecinos o tus compañeros de trabajo. Es decir, te enfrentas a la gente con la que compartes viaje y barco. En caso de seguir así, ¿cómo crees que serán tus relaciones sociales o familiares de aquí a unos años? No le des más vueltas y empieza a tomar medidas ya. No se trata de que reprimas tu enfado, pues toda la ira que queda dentro termina dañándonos, sino canalizarlo. Te mostraré cómo puedes manejar tu ira para que no cause estragos en tu día a día.


No dejes que la ira maneje tu vida


Una de las perores consecuencias, tanto de la ira descontrolada como de la reprimida, es el daño que se produce a las personas que nos rodean, especialmente a las que más amamos. Pero, además, una personalidad iracunda puede ver todavía afectados otros muchos ámbitos de tu vida, tales como...


El trabajo: Sí, el mundo del trabajo no es fácil, pero enfadarse complica las cosas aún más: aumenta las frustraciones; perjudica el rendimiento laboral; y origina bloqueos a la hora de afrontar cuestiones importantes.


La salud: Las explosiones de ira porque pueden desencadenar infartos, ya que se incrementa la tensión muscular, la presión sanguínea, y el ritmo cardíaco y respiratorio. La adrenalina fluye en grandes cantidades y aumentan las plaquetas lo que acelera notablemente la coagulación. Pero igual de perjudidcial resulta reprimir la rabia, ya que diversos estudios han demostrado su relación con la tendencia a la aterosclerosis.


Las relaciones sociales: Es frecuente que a un ataque de ira le siga después un sentimiento de vergüenza, sobre todo si ha tenido lugar en público. Esto provoca que el iracundo, abochornado, tienda a eludir lugares y personas. Una actitud que reduce las posibilidades de relacionarse.


Los arrebatos de cólera no son inevitables. Siempre se pueden controlar o modificar si nos lo proponemos.


Los falsos beneficios de los arrebatos


Hay quien se empeña en mantener sus arrebatos de mal genio porque asegura "no poder evitarlo", aunque, si quiere, puede. Pero también porque esa respuesta agresiva le proporciona ciertos beneficios inmediatos -que a la larga no son tales- como por ejemplo:


La sensación de control de la situación. Los accesos de ira atraen la atención de las demás personas y así logra sentirse importante y poderoso, al menos durante unos instantes. Aunque lo más probable es que la vergüenza aparezca posteriormente.


La oportunidad de dejarse llevar. La ira no deja de ser una respuesta muy cómoda: uno puede volverse loco temporalmente y después excusarse diciendo "no pude evitarlo" como si se tratara de una enajenación mental transitoria.


La forma de salirse con la suya. A veces, el colérico consigue lo que quiere porque las demás personas prefieren cumplir sus deseos antes que aguantar sus ataques de mal genio.


Pero ¿qué es lo que esconde una persona que cada dos por tres reacciona con enfados?

Pues una falta de recursos para manejar situaciones, sean éstas conflictivas o no. Por ejemplo, puede estar utilizando la ira para manipular a los que le tienen miedo (la pareja, los hijos, los compañeros de trabajo...) y así mantenerlos a su lado.

También puede estar bloqueando la comunicación: se refugia en un acceso de cólera cuando se siente amenazado por alguien que es más hábil que él. En este caso, la rabia no es más que la manera de evitar sentirse en inferioridad de condiciones. El enfado también es una estrategia para evadirse de la realidad: una forma de eludir responsabilidades es emplear el enfado para echarle la culpa al otro.


Observa qué hay detrás de tu ira. Quizás esconda una insatisfacción en alguna parcela de tu vida.


Racionaliza tus nervios


En realidad, son los pensamientos (las cosas que nos decimos mientras suceden los hechos) los que crean la ira, el miedo o la ansiedad que nos hace responder inadecuadamente ante las situaciones.


El psicólogo estadounidense Albert Ellis resume el proceso con un simple esquema:

A: Es el suceso real que afecta a la persona.


B: Es la cadena de pensamientos negativos que aparecen como respuesta a la situación A ("La gente me falta al respeto", "Nunca conseguiré sacar este trabajo adelante", etc...)


C: Son las emociones (ira, victimización, etc...) y conductas que causan los pensamientos B.


D: Es nuestra actuación para modificar B.


E: Son las consecuencias beneficiosas sobre nuestras emociones y conductas derivadas de D.


Ellis propone centrar el esfuerzo en detectar los pensamientos (B) que aparecen ante una situación (A) molesta, evaluar si esas opiniones y pensamientos resultan eficaces y positivos y si no es así (si refuerzan la ira, por ejemplo), centrarse en cambiar esos pensamientos (D) por otros que aporten unos resultados más positivos (E).


Cambia tu estilo de vida


Los arrebatos de cólera injustificados se deben, en su mayoría, a una insatisfacción personal que arrastramos sin darnos cuenta. Asegúrate de que todo está bien en tu vida, que tus prioridades están satisfechas, tus proyectos vitales en proceso y que los pequeños conflictos los resuelves con paciencia. Si no es así, plantéate hacer pequeños cambios en tu vida como practicar ejercicio físico, que evita que la tensión se acumule y te ayuda a distanciarte durante un tiempo de los conflictos cotidianos.


Meditar, hacer yoga, pasear, pueden aportar momentos de relajación y desconexión, y espacios para reflexionar sobre el porqué de esas emociones incontroladas.


Busca alternativas a las situaciones que te causan estrés, cambiando, si es posible, el lugar o las condiciones donde afrontarlas.


Aprende a expresar tus sentimientos de otras maneras: dibujando, escribiendo, conversando, etc... Y sobre todo...


Desarrolla el sentido del humor. Es imposible enfadarse y reirse al mismo tiempo.



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